Como parte de sus experiencias más tempranas, los
niños y las niñas manipulan instrumentos que les permiten trazar líneas y
formas cuando éstos están a su alcance; empiezan a usarlos como herramientas
para explorar su entorno, en principio, centrándose más en los movimientos
físicos que en los trazos que realizan y luego pasan de los garabatos hacía el
trazo de formas más organizadas y controladas. Conforme crecen son capaces de
crear representaciones de los objetos de su entorno que son reconocibles.
La forma predomina sobre el color. Hacía los cuatro
años, los pequeños se interesan más por las líneas, las formas y los colores
que por las acciones motrices en las que se centraban antes, para ellos, el
proceso de creación es más importante, con frecuencia, que el producto
concreto.
El producto pedagógico de la expresión artística en
la educación preescolar se basa en la creación de oportunidades para que los
niños y las niñas hagan su propio trabajo, miren y hablen sobre él y sobre la
producción de otros. Las actividades artísticas contribuyen a su desarrollo
integral, porque mediante ellas:
•Expresan sus sentimientos y emociones
•Practican y avanzan en el control muscular y
fortalecen la coordinación visual y motriz, aprenden a utilizar instrumentos,
desarrollan habilidades perceptivas como resultado de lo que observan,
escuchan, palpan y tratan de representar a través del arte.
•Tienen oportunidad de elegir y tomar decisiones.
•Se dan cuenta de que otros tienen diferentes
puntos de vista y formas de expresarse, aunque el motivo de la creación
artística sea común.
•Desarrollan la idea de que a través del arte se
transmite la cultura. Cuando tienen oportunidad de apreciar arte del pasado, se
pueden también formar una idea de sus orígenes y de ellos mismos.
•Experimentan sensaciones de éxito. En virtud de
que el arte es abierto a quien lo crea, todos los niños experimentan la
satisfacción de sus producciones.
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